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Sonrisas voluntarias que se vuelven genuinas

Sonríe suavemente con tus labios y con tu corazón. Así solía comenzar su meditación un joven maestro y amigo con el que meditaba hace unos diez años, cuando llegué a vivir a Morelos. Decía esta frase tan inspiradora mientras nos iba dirigiendo la postura de nuestro cuerpo, como un primer paso para la práctica. Y creo que era muy atinado, porque desde mi perspectiva, la sonrisa es justamente eso, una postura ante la vida.

Hay muchos tipos de sonrisa, por supuesto. Está la sonrisa genuina, que ocurre sin que apenas nos demos cuenta cuando somos testigos de algo que nos enternece, o que nos brinda alegría. También está la sonrisa falsa, esa que forzamos cuando la ocasión lo amerita, aunque no tengamos muchas ganas de emitirla. A ésta última a mi me gusta llamarla sonrisa voluntaria. Y me parece maravilloso que sonreír pueda ser un gesto voluntario, porque con esa capacidad la naturaleza nos brindó un antidepresivo integrado. La conexión entre nuestros gestos y nuestro cerebro Sonreír, como muchos otros gestos de nuestro rostro y de nuestro cuerpo, envía señales al cerebro, a través de neuroquímicos, que le indican qué substancias debe producir. Así, por ejemplo, si cerramos los puños con fuerza, tensamos la mandíbula y juntamos el entrecejo, el cerebro lee estos gestos como la emoción del enojo, y comienza a producir, entre otras, noradrenalina, que incrementa el ritmo cardiaco y la presión arterial, preparándonos para huir o pelear. Por su parte, la sonrisa, da la señal al cerebro para que éste produzca dopamina, serotonina y endorfinas, todas ellas hormonas relacionadas con estados de placer, alegría y bienestar. Lo interesante es que esto ocurre tanto si la emoción es la que provoca los gestos, como si nosotros hacemos los gestos voluntariamente y los mantenemos de esa forma durante unos minutos para provocar la emoción. El cerebro no diferencia si estamos llevando a cabo estos gestos de manera deliberada o espontánea, simplemente responde a ellos produciendo las substancias correspondientes. Esto, como es claro, genera un círculo infinito en el que mis gestos producen una emoción y mi emoción produce un gesto.


Es importante saberlo, porque con ello podemos inducir a nuestro cerebro a tener estados de mayor bienestar con tan solo hacer los gestos adecuados. Así que, sonríe, aunque sea con una sonrisa falsa y frente al espejo, no importa, ayudarás a tu estado anímico y provocarás, que eventualmente, la sonrisa se transforme en una que salga del corazón.

La sonrisa es generosa Y esto es tan sólo lo que la sonrisa hace por ti. Pero también está lo que la sonrisa hace por los demás. Cuando vemos a otra persona sonreír, experimentamos cercanía, simpatía, confianza, empatía y conexión. Algo muy lindo es que esto sucede con cualquier tipo de sonrisa, y hace que la otra persona sonría también, lo que a su vez provocará en ella estados de bienestar mental. Y así, sucesivamente. La sonrisa se contagia, hacia adentro y hacia afuera.

La sonrisa, una postura ante la vida Es por eso que yo creo que la sonrisa es una postura ante la vida. Elige sonreír, incluso cuando tengas un tapabocas que te cubre medio rostro. La sonrisa es tan contagiosa, que cuando su labios sonrien, sonríen también tus ojos, y esos sí se ven aunque traigas puesto el tapabocas. Si bien es cierto que ahora con las caras cubiertas es difícil adivinar ciertos gestos y conectar con los demás, también nos está dando la oportunidad de mirarlos a los ojos, para tratar de leerlos. Este contacto visual no es tan común, mucha gente lo evade y, en ciertos contextos, puede resultar invasivo. Pero en estos tiempos de tapabocas, es lo que nos queda, y puede ser una experiencia de profunda conexión humana, incluso entre desconocidos. Así que, disponte a sonreír, disponte a contagiarte a ti misma de sonrisas, los ojos, la mente y el corazón. Elige sonreírle a los demás, te sorprenderá la respuesta luminosa de otras sonrisas inesperadas reconociéndose en la tuya. Sonríe, porque es una manera de decirte a ti mismo, sigamos caminando, y de decirle a tu cerebro que le imprima alegría a cada uno de tus pasos.

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