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¿Cómo puede una rosa ser inoportuna?

Actualizado: 29 sept 2020

Las expectativas crean mucho sufrimiento. Y pese a que lo experimentamos una y otra vez, parece que no aprendemos la lección. Y es que expectativa no es lo mismo que meta. Vayamos por partes. La RAE nos indica que expectativa viene del latín exspectātum 'mirado, visto', y la define como la "Posibilidad razonable de que algo suceda".

Le definición dice "posibilidad", y también dice "razonable". Pero la mayoría de las veces nuestras expectativas pasan por alto la posibilidad de que no se cumplan, y también somos expertas en generarlas sin fundamentos reales. El pensamiento mágico es algo muy generalizado en esta época en la que se le atribuyen poderes inexplicables al anhelo, aunque no vaya acompañado de la planeación, la constancia y la dedicación que a menudo requeriríamos invertir para que aquello que deseamos sucediera. Antoine de Saint-Exupéry lo dice en una frase: una meta sin un plan es simplemente un deseo. Y, por supuesto no hay nada malo en desear, puede convertirse en el motor que nos impulse a trabajar por nuestros sueños. Sólo hay que tener bien clara la diferencia entre esperar a que se cumplan, y trabajar para lograrlos. O más difícil aún, darnos cuenta de que lo que consideramos una expectativa, no es en realidad más que una ilusión sin pies ni cabeza. De tener más conciencia de estas diferencias, sufriríamos muchas menos decepciones. Y evocando al Principito y a su rosa, me viene a la mente cómo, a menudo, nos sentimos inconformes con la realidad tal como es. Y cómo eso, está relacionado, una vez más, con nuestras expectativas. Hasta una rosa nos puede resultar inoportuna cuando no es exactamente la rosa que queremos, o si tiene espinas, o si es color naranja en vez de roja. Pero, ¿cómo puede una rosa, o en su caso, una espina, ser inoportuna? No hay manera. La rosa y la espina son. Lo que es inoportuno, en todo caso, es mi expectativa.



Te propongo un reto. Para seguir evocando al Principito, trabajemos en domesticar a nuestra realidad, en crear un vínculo tan especial con ella que podamos tener una visión clara y objetiva de su naturaleza. ¿Cómo? Aquí algunas ideas:

 
  • Autobsérvate con honestidad, clarifica tus metas y tus motivaciones. Utiliza mindfulness, es una herramienta excepcional.

  • ¡Haz un plan!, apégate a él o date cuenta cuando estás decidiendo tomar un camino alterno.

  • Camina con dirección, y haz los ajustes necesarios en conciencia, no te pierdas.

  • Si te pierdes, recuerda que basta con recordar tus metas y tus motivaciones para reencontrar el rumbo, o para decidir tomar un rumbo nuevo, más alineado con tus motivaciones de hoy.

  • Tu mejor brújula será siempre tu corazón, así que, escúchalo con atención. No tomes decisiones definitivas si late al ritmo acelerado de la batalla o al desordenado ritmo de la confusión. Haz una pausa, hasta volver a sentir el ritmo sereno que le da intuir el rumbo de lo que es bueno y verdadero, de lo que le da sentido a tu caminar. (Mindfulness, ¡imperdible!)

 

No nos será posible dejar de generar expectativas, ¡somos seres humanos! Pero, al menos, podemos tener conciencia de que las estamos generando; podemos diferenciar si aquello que anhelamos es una meta, y por lo tanto comenzar a enriquecer las probabilidades de que la expectativa se cumpla, o si se trata de una mera ilusión, que tan sólo anhelamos sin trabajar en ella, ya sea porque es algo que simplemente no está en nuestras manos hacer realidad, o porque reconocemos que no estamos dispuestos a pagar el precio requerido para alcanzarla, que también es válido. Todo se vale, la libertad es tuya, y también la madurez para asumir los resultados. En cualquier caso, domesticar nuestra realidad, aprender a mirarla con claridad, nos permitirá abrazarla sin miedo y con mayor congruencia, trabajando con ahínco por lograr nuestras metas, y entregándonos con pasión a nuestras ilusiones, asumiendo con gracia el riesgo de lo alcanzable y también de lo imposible: que desaparezca como un espejismo. Como pasa con todo en esta realidad marcada por la impermanencia. Disfrutémoslo con gratitud, como a las rosas, que incluso con esa costumbre suya de marchitarse, nos embellecen la vida con su perfume y belleza, que parecen eternos.






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