La voz que callamos y la mitad del camino
- Lilyán de la Vega
- 24 abr
- 2 Min. de lectura

"Nos vemos a mitad de camino". ¿Lo has dicho alguna vez? Es un acuerdo justo, ni tú tienes que venir hasta donde yo estoy, ni yo tengo que ir hasta donde tú estás. Ese fue, al parecer, el acuerdo que hice con mi yo más auténtica. La verdad, no lo recordaba, pero aquí nos encontramos. Una paciente, la otra ansiosa; las dos amorosas, abiertas, pero una más valiente y la otra llena de miedos... las dos con todo lo necesario para alcanzar nuestros sueños, pero solo una de nosotras lo sabía.
Casi no me reconozco. Muchas cosas de ella -de mi yo actual- no las alcancé a ver antes, o ni siquiera sabía que existían. ¿De dónde me salió la valentía, la independencia, la fortaleza, la experiencia, la madurez? De los años vividos, claro, en una parte. Y de los retos superados por valentía o por necesidad, así como por la insistencia con el trabajo interno. ¡Qué bonito!
Y luego están los role models, esas mujeres que me inspiraron, que me hicieron pensar "si ella puede, yo también", como mis amigas más queridas y cercanas, con sus propias luchas y batallas ganadas; o las historias verdaderamente épicas de mujeres con condiciones verdaderamente adversas, que me hicieron darme cuenta de mis privilegios y de la fragilidad de burbuja de las historias que me contaba a mi misma.
Y por supuesto, estoy yo, mis yoes. Éstas mujeres que he ido siendo a lo largo de los años de aprendizajes, tropiezos, de estancamientos y vuelos, de desánimo y de éxtasis, de anhelos largos, de pausas íntimas, de asombros infinitos, de nostalgias extendidas y de incansable esperanza.
Todo eso, y más que no alcanzo a describir, ha transformado mi voz en una que cada vez calla menos.
Cuando llegué a mis 40 tenía mucha curiosidad de lo que entonces llamé el barrio de Los Cuarenta y sus Alrededores. Aunque cuando miro hacia atrás parece que fue una década veloz, ni la sentí, fue una de enormes transformaciones. Mi vida dio vueltas de tuerca tan grandes que hoy, cosas que me parecían icónicas de mi misma y no me representan del todo. Ahora, a mitad de los 50s, sigo sintiendo este movimiento interno, aunque más pausado. Pero pausado no en el sentido de la velocidad, sino de intención. Hoy me percibo a mi misma como un proceso que ocurre con deliberación, con conocimiento de causa, no por accidente o por impulso, sino intencionadamente.
Hace unos días revisaba mis blogs históricos, que justamente escribí en su mayoría en la década de los 40. La vida me pasaba.
Algo emocionante de este etapa de la menopausia es que ya no siento que me ocurre, sino que yo misma la escribo.
A unas cuantas semanas de terminar mi año 55, voy por el siguiente capítulo, un lustro que se ve como hoja en blanco y me emociona. Ya tengo la pluma en la mano, literal y figurativamente. Te invito a escribir conmigo, reflexionemos en colectivo acerca de la segunda mitad de la vida en mis talleres en línea de escritura autobiográfica. Mira cuál tengo en puerta aquí.
Te veo pronto.
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